A partir de nuestra investigación, hemos logrado apreciar en el caso de las personas que comparten habitaciones, pese a que no cuentan con absoluta privacidad, estos siempre hallan la manera de organizarse para que de una u otra forma tengan un lugar que los represente. Es decir, su fachada personal dentro de un área común.
Juveniles
Comparando los dormitorios de dos jóvenes entrevistados con una edad similar. Podemos rescatar que tienen cierto afán por guardar objetos de valor sentimental o que tienen relevancia para ellos, más que regirse a la moda.
Por un lado, tenemos a Lucía, una joven que tiene un gran apego por su colección de Snoopy. También guarda una colección de peluches (estas son muy preciadas por toda la dedicación que conlleva cuidar una) y guarda pósters de conciertos, obras de teatro, películas y hasta de Chacalón y Sarita Colonia.
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Por otro lado, está Bryan quien tiene un gusto por la música. Al entrar a su habitación te encuentras con un amplificador, su guitarra y sus pedales. Él también guarda objetos de valor, pero no como una colección, sino que cada elemento le evoca un recuerdo. Tiene peluches, adornos, muñecos que tienen un valor sentimental para él por las personas que se los dieron
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Habitaciones compartidas
Tres hermanas comparten la misma habitación y se aprecia que cada una ha delimitado su propia área agregando elementos que las identifican respectivamente. Ya sean fotos, posters u objetos con un valor sentimental. Ellas tratan de no intervenir en la decoración de algún espacio que no se les haya designado. Se puede observar la intervención del self.
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En el caso de la pareja de esposos nos expresaron que, aunque sean un par de personas que comparten una vida en común, mantienen un orden en su dormitorio. Para ser más exactos ellos acoplaron todos sus artefactos por separado. En consecuencia, todo lo que se encuentra en el clóset, o en la cómoda, tiene por un lado las cosas de la esposa y por el otro de su conyuge.
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